Popularizó Don Antonio Machado aquel dicho que siglos antes había salido de la creación del magnífico Don Francisco de Quevedo: “solo el necio confunde el valor con el Precio” y efectivamente: ¡Qué gran verdad! , se podría incorporar a la misma otro refrán típico español que todos conocemos: “Del dicho al hecho hay un trecho” y redundaríamos sobre la misma idea: Existen muchas valoraciones, pero tan solo se determina un precio.
Sin embargo, siendo muy conscientes de esta realidad que nuestros literatos han compartido con nosotros de una forma muy creativa, no creo que exista ningún operador de una transacción mercantil que obligatoriamente debe llegar a fijar un precio, que no haya tomado como referencia fundamental una valoración.
La valoración es una utilidad económica y como cualquier otra utilidad maneja por momentos importantes grados de subjetividad, quedando muy lejos de la objetividad absoluta que supone la existencia de precios, los cuales se determinan en una negociación y están condicionados por las leyes de oferta y demanda. La existencia misma de la subjetividad es algo inherente a toda valoración, pero debe ser puesta en tela de juicio aplicando los métodos de valoración y los análisis económicos racionales de la forma más exhaustiva posibles.
Es aquí donde debemos ser más exigentes en el proceso de análisis y valoración de una compañía. Se debe enfocar de forma radical hacia el contraste de todos los aspectos estratégicos – competitivos y los elementos de rentabilidad – riesgo asociados a tales aspectos.
No me cabe la menor duda que el asesoramiento profesional en este sentido, profundiza en este aspecto y favorecerá de una forma efectiva el mejor camino a la fijación de un precio, ya que terceros cualificados y con experiencia, son aquellos más distantes a las subjetividades lícitas del propietario. En definitiva, son ellos (incluso me atrevería a decir que son los únicos) los que pueden aportar la independencia necesaria para valorar más “objetivamente” la compañía.
El profesional, no se deja contaminar en este proceso y busca, casi diría, obsesivamente el despojar a la empresa de sus aditivos personales para colocarla dentro de su capacidad real para competir hoy en día y en el futuro más inmediato.
La conexión con la propiedad, el vínculo de trabajo continuado con el equipo directivo de la compañía es fundamental para tener el mejor de los conocimientos vinculados a las debilidades y fortalezas del cliente, pero debe ser en el seno del equipo de trabajo del asesor, donde esas debilidades y fortalezas se relativicen en función de las amenazas y oportunidades observadas en los sectores empresariales.
Estoy plenamente convencido de que es fundamentalmente en este aspecto donde se puede aportar un valor efectivo al cliente que encara las fases preliminares de una transacción o incluso a aquellos que simplemente buscan una visión menos “apasionada” de su capacidad de generar valor sin estar necesariamente inmersos en una transacción.
Los modelos son estructuras matemáticas que como tal pueden ser manipulados para que simulen los resultados deseados, pero nada se puede hacer para domar al poder de las fuerzas competitivas. Someter los modelos de valoración al contraste mediante las herramientas de toma de decisión estratégica (DAFOS, Matrices de posicionamiento, lienzos y otras) es una de las mejores formas de aportar el mayor grado de objetividad a la valoración y conformar de esta forma una mejor interpretación de la posición de rentabilidad – riesgo de la compañía, elemento fundamental a la hora de fijar precios.
Fernando Álvarez Blanco, Socio Auren Corporate