Estamos en vísperas de la apertura de la actividad social y, por tanto, empresarial. Cuando concluya el confinamiento, las empresas afrontarán un escenario en el que se precisará emprender planes de acción dirigidos a la recuperación de negocio y de adaptación a la “nueva normalidad”.
Nuestra visión de estos planes se resume en lo siguiente:
Por tanto, las empresas precisarán disponer de planes de reactivación que acompañen a la estrategia con medidas concretas cuya prioridad principal debe centrarse, con los pies en la tierra, en la recuperación de negocio en el menor plazo posible. Es decir, como nos indicaba Theodore Roosevelt: “Mantén tus ojos en las estrellas y tus pies en la Tierra”.
Libro de ruta
Para ello, se recomienda que las empresas planifiquen minuciosamente su reactivación por fases en diferentes escenarios definidos para cada empresa, según se hayan manifestado en su negocio los efectos de la crisis del Covid19 y el entorno que operen con la “nueva normalidad”.
A modo de libro de ruta, siempre primando el tiempo de su ejecución, el Plan de reactivación seguiría los siguientes accionables:
Factores de éxito
El Plan de reactivación no debe ser la suma de propuestas aisladas que lleguen desde las diferentes direcciones funcionales. Resulta aconsejable que se gestione siguiendo la metodología propia de un proyecto (objetivos, acciones, indicadores, responsables y calendario), impregnado de agilidad en todas sus etapas.
Otro factor de éxito consiste en construirlo desde un diagnóstico riguroso de la situación actual de la empresa “contagiada” por el Covid19 y completarlo con el análisis del escenario a que debe enfrentarse en la “nueva normalidad”.
Para acelerar los impactos en la recuperación de negocio, es conveniente establecer un marco de prioridades. Resultará clave identificar y clasificar sus acciones en tres escenarios: a) acciones inmediatas (arranque); b) acciones que deben madurar en el tiempo (medio plazo para fortalecer la recuperación); y c) aquellas otras acciones que pueden consolidarse en un horizonte algo más lejano (readaptación de la estrategia).
Entre las acciones inmediatas destacamos, entre otras: interpretar y proyectar las prioridades del mercado; seleccionar y contactar con los clientes críticos y fidelizados; priorizar los canales comerciales que se consideran “esenciales”, bien por defensa de la marca, por volumen de negocio o por protección del margen; redefinir dinámicamente la previsión de la demanda; seleccionar los proveedores estratégicos para garantizar el aprovisionamiento y poder gestionar el plan de producción; consolidar el plan de financiación; revisar el cumplimiento del marco contractual y de penalizaciones; preparar un plan de eficiencia fiscal; planificar la normalización laboral; gestionar el retorno del personal al puesto de trabajo; establecer un plan para la gestión de las personas especialmente en materias de motivación, compromiso y readaptación a la “nueva normalidad”.
En los escenarios de maduración y de consolidación, se trataría de fortalecer el plan de arranque para recuperar el negocio de manera consistente y, al mismo tiempo, se van retomando las acciones estratégicas que se han visto demoradas. En estas dos etapas, la estrategia se va retroalimentando del entorno que marcará la “nueva normalidad”. En estos escenarios, una vez restaurada la liquidez, las empresas deben estar atentas a nuevas oportunidades de crecimiento y de mejora de la competitividad.
Conclusión
El Plan de reactivación se entiende como el libro de ruta para conseguir que la recuperación y reposicionamiento del negocio se alcancen de manera planificada, ordenada, progresiva, competitiva y rápida. Al mismo tiempo, con este plan, se armoniza la consolidación de la estrategia y se retoma la senda para atender nuevas oportunidades de crecimiento.
Manuel Fernández, director de desarrollo de negocio para el área de Gran Consumo y Retail de Auren