La historia económica reciente se ha visto salpicada de hechos muy destacables. Sin duda, algunas situaciones han de considerarse como únicas para la mayoría de los profesionales de la economía y las finanzas.
En cualquier caso, lo que resulta evidente es que hay un fenómeno conocido y común: la incertidumbre.
Los entornos cambian con demasiada rapidez. Nuestra incapacidad para poder adaptarnos a ellos al mismo ritmo que cambian genera situaciones de crisis. Al final, una crisis no es nada más que la brusca adaptación a un nuevo escenario.
Los cambios de forma más reiterada se manifiestan, no como correcciones (olvidémonos de los famosos “aterrizajes suaves”), sino como crisis o micro crisis. A menudo las situaciones no se ven venir hasta que el impacto, si no se ha planificado, es prácticamente imposible de evitar.
Acostumbrarse a gestionar esta incómoda variable va a ser necesario en la interacción de todos los agentes económicos ahora y en el futuro.
En el ámbito de la gestión del riesgo financiero, unos elementos fundamentales para la gestión de los riesgos provocados por la incertidumbre en los mercados han sido y serán los productos derivados.
Queremos referirnos a todas las situaciones que se derivan de procesos de financiación nacionales e internacionales, en los que los agentes económicos buscan minimizar los riesgos sobre sus operaciones financieras dentro y fuera de la zona económica en la que residen (La zona Euro para nuestro caso).
Tanto aquellos agentes que necesitan cubrir los riesgos de una posición pasiva (toma de fondos), como de una activa (inversiones financieras), pueden recurrir a una amplia gama de productos cotizados (Productos disponibles en el Mercado oficial español de opciones y futuros financieros, MEFF) o no cotizados (“OTC: Over The Counter” u “operaciones Bis a Bis”, que ofrecen los operadores financieros) para la gestión del riesgo.
El problema que nos encontramos es doble: por un lado, la baja formación de muchos agentes económicos (nos referimos básicamente a PYMES) en el uso de tales instrumentos y, por otro lado, la mala prensa que en los últimos años han tenido este tipo de productos.
Comencemos por el segundo de los aspectos. Efectivamente, no es el mejor momento para mencionar nombres como “Estructurados”, “SWAPS”. “Opciones” y otras denominaciones bien conocidas por todos.
Durante los años previos a la crisis las entidades financieras tradicionales han comercializado una cantidad inusitada de estos productos. Se trataba de productos OTC que, en la inmensa mayoría de los casos, no buscaban la cobertura de los riesgos, sino más bien colocaban al cliente en una posición de “especulador” contra los mercados de dinero, de renta variable o de divisas.
Las consecuencias han sido catastróficas para el tejido empresarial afectado y también para las entidades que se han visto salpicadas por una enorme cantidad de reclamaciones judiciales, con un gran índice de éxito en los tribunales.
Como profesionales hemos examinado numerosos productos que constituían una auténtica bomba de relojería para las finanzas de las PYMES, las cuales en muchas ocasiones, se habían dejado asesorar por las mismas entidades que comercializaban el producto.
Sin embargo, creemos que esta es una etapa superada. Sobre las cenizas de muchos casos dolorosos para las empresas, se alzan con fuerza un conjunto de medidas efectivas de trasparencia y protección para el cliente en el ámbito de la comercialización y del asesoramiento, que creemos nos dotarán a todos de mayor seguridad.
Aun así, hemos de incidir todavía en el primero de los aspectos comentados: los bajos niveles de formación en el uso de estos productos.
Sin la menor de las dudas, los productos derivados proporcionan elevados grados de cobertura de los riesgos financieros, siempre que su uso haya sido debidamente diseñado y estudiado. Aquí es donde entra en juego la importancia del asesoramiento y control financiero en el ámbito de la empresa.
Existen un conjunto de elementos que debemos siempre tener presentes a la hora de diseñar una adecuada cobertura:
No seguir estos principios básicos puede colocar a la empresa en una posición absolutamente distinta de la que pretendía, pasando de una adecuada cobertura, a la especulación en el mercado. Esta circunstancia, como bien se puede comprender, potencia los riesgos financieros.
Hemos de recuperar la confianza en las distintas herramientas que se nos facilitan para la gestión del riesgo financiero, un riesgo que estará presente y aumentará en el futuro por la volatilidad de los mercados y los problemas geopolíticos.
Para recuperar tal confianza, debemos ayudarnos en profesionales de las finanzas corporativas para conseguir los objetivos de reducir con criterio nuestra exposición al riesgo. No existe mejor arma de previsión que la información y la formación adecuada.
Fernando Alvarez Blanco, Socio Auren Corporate